La política
dinámica y la incoherencia, esas son las banderas de un color con tinte de
pacto. La misma democracia permisiva e ilimitada con el tirano, consiente los
deseos de su Sancho Panza. ¿De cuántos partidos hay que calzarse para
mantener el poder? Roy y Armando hablan de cambio. Ellos son el cambio. Han ido
de enemigo en enemigo mofándose del pueblo y anclando sus tentáculos, cambiando
de títere sin desistir de lo único que les llena su mezquindad, el poder.
Maldita democracia fácil y arrodillada a vampiros astutos que se la empeñan en
un cabaré. Es tarde, y sin vergüenza, no advirtieron de su llegada al peor de
los títeres, uno que los acabará de sepultar en lo más hondo de su miseria.
Gustavo Petro, el perdedor en un último intento antes de la perdición absoluta.
En algún
lugar de este platanal que llamamos democrático se han dispuesto aquellos que
han hecho de Gustavo un perdedor. Nosotros u otros, pero muchos. Aquellos que
somos el movimiento antipetrista, de muchas corrientes políticas, un
verdadero Pacto Histórico. Una
resistencia al establecimiento, a una democracia vacía, y verdaderos
precursores del cambio político, cuya naturaleza precede un capitalismo digno y
el acuerdo sobre lo fundamental. La democracia falla una vez más. ¿Cuántos de
ellos ejercen su derecho de voto por convicción y no por menester de alejar las
malas prácticas de sus intereses? Ninguno. La democracia es justa y egoísta a
su manera, y nos incita al voto de adversidad.
Estamos de
cara a aquel voto de adversidad, el voto por Rodolfo Hernández. ¿Qué es la
democracia si no es el voto por deseo? Es sin duda la responsabilidad moral de
proteger los intereses de los súbditos sacrificando las convicciones por la
única certeza que prevalece, la libertad. En otras palabras, llamar a Petro una
vez mas perdedor. No nos es ajeno que Hernández comparte nuestras convicciones
económicas mas no culturales. De cualquier forma, más vale un presidente que
nos permita en franca lid ser la oposición, a uno que nos reprima y encadene a
las necesidades de su narcisismo. Así concluye el voto de adversidad en esta
triste democracia, la promesa del apoyo en las urnas con una cláusula de
antagonismo intrínseco.
Asimismo,
concluye este reproche a la mentira de democracia en la que vivimos, la que a
pesar de las innumerables negativas tiene a Aureliano de vil fracasado
en el podio, y nuestros votos presos de sus delirios revolucionarios. Nos
enfrentamos a la posibilidad de que un perdedor gane, aún siendo perdedor. Maturana
haría por fin sentido de su filosofía. Solo queda una batalla, el tirano o el
voto de adversidad; que entre el diablo y escoja. En la democracia de
necesidades y no de convicciones, débil y amarga como la lluvia de Ilona,
prevalece en su esplendor la resiliencia de quienes en un domingo de
bicentenario salvarán la patria. Dios y larga vida al viejo presidente.
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