El
anti-establecimiento. La política de la unidad nacional se ha convertido en un
populismo de burdel que transmite una falsa expectativa de paz a la sociedad en
medio de la controversia. Es un modelo de gobierno que fusila las ideas y
exalta la codicia. Ellos se juntan para robar. El principio más claro contra el
Petrismo es la coherencia, y no se puede ejercer oposición desde la
mermelada. Tampoco se puede hacer frente a esta amenaza con el tradicionalismo
que caracteriza a las castas más arraigadas de la política.
Un
horizonte descrito así supone que ni las fuentes religiosas de John Milton, ni
las ínfulas uribistas de Paloma, ni el linaje prolífico de Enrique Gómez pueden
liderar esa oposición. Pueden si ser parte de lo que sea que hagamos a
continuación, pero no liderarlo. La coherencia invita a una figura joven y
fresca nunca asociada a las maquinaras, que dirija este nuevo cometido. Hace
mejor oposición quien nunca se sentó en el poder a quien acostumbraba a
tenerlo.
El
anti-caudillismo. En Colombia la era Uribe y su antagonista despertaron un
exótico placer por defender a las personas y no las ideas. Como si el
pensamiento ideológico de estos dos contradictores hubiese sido engendrado con
su protagonismo popular. Las ideas ya existían, ellos se refugiaron en ellas y
después de eso todo ha sido una masacre por sus apellidos. Cuando los
seguidores de un caudillo se casan con su carisma y no su pensamiento triunfa
la ausencia de realidad. Por eso Paloma Valencia es más uribista que Uribe y
Gustavo Petro peor tirano que Fidel Castro. Le ha llegado el turno a un
caudillo distinto, joven, y hasta tanto la oposición solo será la burla de un
pasquín dominical.
La era del posuribismo. Un tema delicado y utilizado para crucificar la emergencia de una derecha más radical y republicana. Es momento de la derecha incluyente y liderada por cualquiera menos el de siempre. Frentes extremistas, libertarios, republicanos, militares y sin duda el uribismo tienen que ser parte de una nueva movilización política que evite el avance comunista y su metástasis en las instituciones del Estado. Álvaro Uribe seguirá siendo un adalid, recordado por ser El Gran Colombiano y su legado y servicio por la patria jamás podrá ser socavado de la historia. Es él quien ha invitado a que muchos dejemos los egos de lado en bien del futuro de la patria, pero el fanatismo de otros cierra la oportunidad de Uribe en una capacidad distinta a la de caudillo. Es el ahora una nueva era para exaltar el modernismo de otros líderes opositores. No se trata de una derecha sin Uribe, se trata de una derecha más allá de él.
El daño
está hecho y no hay marcha atrás, pero son mas de 10 millones de personas que
votaron en contra de la tiranía. Incomprensible que nos vaya a quedar grande
organizarnos siendo millones, y más inentendible aún que no avisemos de esta
nueva oportunidad de hacernos populares desde la oposición, sin mermeladas ni
pactos criminales, sin caudillos, con lo único que tenemos, las ideas. La
democracia no negocia ni dialoga con terroristas, ni siquiera cuando estos
terroristas se han tomado la democracia. Un acuerdo nacional de verdad es
incluyente de las personas de bien y excluyente de los bandidos, incluso cuando
el voto ciego los ha puesto en el poder. Estamos arrodillados a la putipolítica,
una nueva forma de narcoestado, o nos fusilan o nos ponemos en pie. Que este
fin sea el comienzo de la derecha en Colombia, la oposición, el posuribismo,
nuestro regreso al poder.
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